Alguien alguna vez se atrevió a que nos interroguemos sobre cual sería el sentido que menos extrañaríamos.
Es difícil tener que optar por uno, somos animales audiovisuales. Si tuvimos la suerte poseerlos desde nuestra cuna, despojarse de uno por voluntad propia nos convierte en los seres más egoístas del planeta.

Con el cine mudo nos pasa algo parecido. Nos han quitado la voz de los personajes, nos han puesto en su lugar una muchas veces tediosa melodía de piano y molestos intertítulos como para comprender de que viene la mano. Pero a decir verdad lo estamos viendo de manera invertida, ya que el cine nació mudo.

Será tal vez esta la razón por la cual las magnificas cintas mudas no tienen cabida en nuestra época. Nos distraemos fácilmente ya que no debemos prestarle atención a lo que se dice o como se dice; suponemos que se tratan de temas simples o tramas sencillas; las miramos como si se muestra algo precario o arcáico tal vez.

Tal vez como dice el personaje de Debbie Reynolds en Cantando bajo la lluvia, los actores "no hablan, no actúan. Sólo hace un show tonto" y eso nos desencanta... en verdad conmigo no sucedió eso. Alegre me despertaba los sábados para ver el ciclo "Shhh" que daban por el desaparecido canal Retro (ahora TCM), a quedado grabada en mi retina la expresividad del rostro de Renee Jeanne Falconetti en "La Pasión de Juana de Arco" (Carl T. Dreyer, 1928)

Si bien este cine no es 100% mudo ya que la música nos envuelve, para disfrutar El Cine en general no podemos despojarnos de estos sentidos. Si no podemos ver, no podremos ser testigos del amanecer que contempla Scarlett o del beso entre la Dama y el Vagabundo, y sin el odio nunca podremos escuchar la última palabra de Kane como tampoco el grito de libertad de William Wallace.

No se, esto es tal vez sólo un desvarío producto de una pregunta y de una frase, que a continuación transcribo para seguir desvariando otro poco ya que sin caer en los extremos expuestos a continuación, somos un poco de ambas, somos animales audiovisuales...
Lepage, de manera muy rápida y haciendo gala de una gran capacidad de concentración natural, comenzó a explicar que esa pregunta era clave para entender la diferencia entre la audiencia y el espectador como dos registros indiscernibles de una experiencia lejana y compartida en el teatro. Los anglosajones, comentó, parecen priorizar la experiencia del oído (audiencia); los latinos, en cambio, parecen priorizar la mirada, agrupándose como espectadores.

(fragmento de "Carta breve para mirar a los actores" de Victor Molina en "Querido público. El espectador ante la participación: jugadores, usuarios, pro-sumers y fans")

@vanemaz
tomando un desvio del camino amarillo

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