la primera vez

Un llamado telefónico terminó con la monotonía de una tarde de casi-estudio, la voz de una joven niña me invitaba a ir al cine. Era su primera vez. Le había pedido permiso a su padre para invitarme, y con la autorización de palabra, me pasaría a buscar al rato.
Tras “controlar” el horario de la función, me puse a pensar cuál había sido la primera película que vi en la gran pantalla… Mi pobre angelito la fuimos a ver al Cine La Comedia, en el mismo lugar que vi a Xuxa en Luna de cristal. Pero también me llegaron imágenes de ese gatito llamado Chatrán que vivía una gran aventura en el desaparecido cine Radar (lo que hoy es una tienda de electrodomésticos), sabiendo que no fue la primera, también me llegó la melodía de La Bella y la Bestia en El viejo Cairo… en fin, no importa tanto.

Se notaba la emoción y la ansiedad en la voz de la niña, le repetía al padre lo que habíamos charlado sobre lo que se iba a encontrar entrada a la sala (fue necesario una conversación previa para que no se “asuste” ante el apagado de luces y la gran pantalla).

Tras acomodar la butaca para que no se le retraiga, no fue necesario colocar sacos ni camperas para levantarle la vista (condición casi sine qua non cuando uno iba al cine de chico), y con una bolsa de “palomitas” (los chicos de hoy hablan en un extraño español neutro producto de la invasión de dibujos y programas) nos dispusimos en nuestras butacas.
Titi cuando se apagan las luces?.... ahora, ahora!!!” Mickey se hizo presente después de varios trailers y Tinkerbell sobrevoló el castillo, así la historia modernizada de Rapunzel comenzaba. Los lugares clásicos de la factoría del ratón mas famoso, estuvieron todos: la princesa separada de sus padres, con un hechizo/maleficio sobre ella, la malvada –bruja o Bruja-, el valiente héroe, la mascota simpática, el caballo gracioso, las canciones románticas y los solos de los malos (como siempre superiores a los de los protagonistas), y OBVIAMENTE el final feliz!!!

Pero lo mejor de todo, fue apreciar gracias al fulgor de las luces de la pantalla, la sonrisa de esa niña de 3 años al ver toda una historia, toda una aventura, tanto para la joven de largo cabellos, como para el corazón de la pequeña de carne y hueso a mi lado, el cual por momentos parecía salirse de su pecho de la alegría que sentía, empañada en un solo momento cuando la historia se tornó triste y ella quiso escapar pensando en la cajita feliz que se comería terminada la función.

Estuvo buenisisima” fue el veredicto de la crítica especializada en princesas de Disney, “cuándo venimos a ver la de la tortuguita” prosiguió, le comentaba a su madre (mientras que a esta le corría una lagrima por la mejilla, no sé si producto de la emoción de su hija o de la historia romántica de la que habíamos sido testigos).
Lo cierto es que a esta niña que le gusta ver películas (tiene mi dvd de El Mago de Oz, el cual no me devuelve y la ha visto tantas veces que se sabe la canciones en su versión ingles de memoria) se le abrieron las puertas al gran camino amarrillo hacia el paraíso cinéfilo de la gran pantalla…

Comentarios

Gise ha dicho que…
Que ternura! la titi y su retoño de cinéfila! Que lindo cuando la pasión atravieza y une generaciones :)
María Eugenia Del Zotto ha dicho que…
Mirá si a la niña no le iba a gustar el cine!!!! con la otra niña que tiene de tía!!!
El cine siempre une, como dice Gise!

Me trajiste al recuerdo la que más llevo en el recuerdo además de Chatrán: El rey león en el viejo Gran Rex ahora devenido templo de no se qué!!!
Era lo más esperado de las vacaciones de invierno: ir al cine y pasar previamente por la Royal a comprar golosinas!!!

PD: actualmente casi nada ha cambiado... :)

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